EINSTEIN: SERES HUMANOS Y DESTINOS (2)



Einstein creía —como Spinoza—[1031] que las acciones de una  persona estaban exactamente tan determinadas como las de una bola de billar, un planeta o una estrella. 

«Los seres humanos, en su pensar, su sentir y su obrar, no son libres, sino que se hallan causalmente atados como las estrellas en sus movimientos», sostendría Einstein en el año 1932, en una declaración a la Sociedad Spinoza.

Según creía, las acciones de los seres humanos vienen determinadas, más allá de su control, por leyes tanto físicas como psíquicas. Era este un concepto que derivaba también de su lectura de Schopenhauer, a quien atribuía, en su credo personal de 1930 («Lo que creo»), una máxima en los siguientes términos: 


Yo no creo en absoluto en el libre albedrío en el sentido filosófico. Todo el mundo actúa no solo bajo una compulsión externa, sino también de acuerdo con una necesidad interna. El dicho de Schopenhauer —«un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera»— ha sido para mí una auténtica inspiración desde mi juventud; ha representado un consuelo constante frente a las miserias de la vida, mías y de otros, y una inagotable fuente de tolerancia.

¿Cree usted —le preguntaron en cierta ocasión a Einstein— que los seres humanos tienen libertad de acción? 

«No, yo soy determinista —repuso—. Todo está determinado, tanto el principio como el final, por fuerzas sobre las que no tenemos ningún control. Está determinado para el insecto tanto como para la estrella. Los seres humanos, los vegetales o el polvo cósmico; todos danzamos a un misterioso son, interpretado desde lejos por un músico invisible»

"Einstein: su vida y su universo", Walter Isaacson




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