¿OLVIDADIZO YO?...



En ocasiones Einstein paseaba solo sin rumbo fijo, lo cual incluso podía resultar arriesgado. Un día, alguien llamó al Instituto y preguntó por un decano en concreto. Cuando su secretario le dijo que en aquel momento el decano no podía ponerse, preguntó vacilante cuál era la dirección particular de Einstein. 

Esa información —le dijeron— no se podía facilitar. Entonces la voz de la persona que llamaba por teléfono se redujo a un susurro. 

«Por favor, no se lo diga a nadie —dijo—, pero yo soy el doctor Einstein; voy para casa, pero he olvidado dónde está».

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