DOS VISIONES CONTRAPUESTAS SOBRE LA AUTORIDAD
Wolfgang Goethe fue un autor laureado, mimado por el poder y cuyo éxito en vida fue clamoroso. Pero fue también un artista obsequioso con los grandes de este mundo, bajo cuya protección vivía.
En una ocasión en que Ludwig van Beethoven acudió a visitarle a Weimar, ambos genios fueron a dar un paseo.
De súbito, por el sendero y en sentido contrario, apareció la familia imperial con el duque al frente.
Al punto Goethe se hizo a un lado, se quitó el sombrero y humilló la testa en una reverencia formal. Beethoven, por el contrario, no se inmutó: siguió caminando como si tal cosa.
El distinto comportamiento levantó ampollas en la relación que ambos mantenían.
Para Goethe, el comportamiento de Beethoven fue tremendamente descortés y desconsiderado, impropio de un gran hombre.
Para Beethoven, la actitud de Goethe era servicial y zalamera, despreciable en un maestro de las letras. Así lo anotó en su diario: "Ellos pueden dar títulos nobiliarios, pueden dar condecoraciones, pero no pueden hacer a los grandes hombres, a los espíritus que se elevan sobre el fango del mundo. Cuando están juntos dos hombres como Goethe y yo, esos señores tienen que sentir nuestra grandeza".
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