SOBRE GUSTOS (PARA ESCRIBIR) NO HAY NADA ESCRITO...
Wolfgang Goethe y Friedrich Schiller (dos de los más grandes escritores alemanes de la historia) se conocieron en 1788 y se convirtieron pronto en muy buenos amigos. En una ocasión, Goethe fue a visitar a Schiller, pero éste no se hallaba en casa. Goethe decidió aguardar su llegada y fue conducido a su estudio. Una vez allí, dejó que pasara el rato mientras curioseaba por la habitación.
En un momento determinado percibió un curioso aroma que parecía proceder de uno de los cajones del escritorio. Incapaz de reprimir la curiosidad, se acercó y lo abrió. Estaba lleno de manzanas podridas.
Goethe sintió deseos de vomitar, cerró el cajón y salió corriendo del estudio. Acababa de descubrir una de las manías de Schiller: cuando se sentaba a escribir necesitaba abrir aquel cajón y aspirar el aroma a putrefacción.
Afirmaba que le inspiraba, que sin ese olor se sentía incapaz de escribir una sola línea.
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