LAS CARTAS OBSCENAS DE JAMES JOYCE



«Pero, a su lado y dentro de este amor espiritual que siento por ti, hay también una bestia salvaje que explora cada parte secreta y vergonzosa de él, cada uno de sus actos y olores. Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto». 

Ésta es una muestra (una de las menos «subidas de tono») del tenor de ciertas cartas que Joyce enviaba a su esposa Nora Barnacle durante su separación, cuando ella permaneció en Trieste y él viajó a Dublín. 

Coprofilia, fetichismo, interrogatorios morbosos sobre las experiencias sexuales de ella anteriores al matrimonio, estimulantes descripciones anticipando su futuro reencuentro… 

La pregunta es -y aquí nosotros mismos entonamos el «mea culpa»- ¿hasta qué punto es legítimo indagar en la intimidad de una persona, en sus secretos más privados, por más que se trate de un escritor excelso cuya existencia ha sido analizada casi con microscopio?

Juan Ignacio Alonso y Fran Zabaleta, "99 libros para ser más culto"

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