EL VALOR CRUCIAL DE LA ASIMETRÍA EN NUESTROS CUERPOS... PARA LLEGAR A SER HUMANOS



Sabemos que nuestros antepasados vivían en regiones como la actual sabana de África Oriental, y no en o entre los árboles. 

En ese nuevo hábitat, la selección natural favoreció a quienes eran más capaces de caminar erectos entre la hierba alta y los matorrales, mejor equipados para ver a sus predadores y a sus presas (por eso sobrevivían) y más capaces de resistir el calor (conservando su cuerpo más fresco). 

El sofisticado control de los dedos de los pies, que antes era tan valioso para la vida en los arboles, disminuyo de importancia en favor de la sensibilidad y destreza de las manos. Y los dedos se fueron haciendo cada vez más hábiles y más capaces de realizar manipulaciones delicadas, incluidos cortes finos.

Junto a esa evolución se produjo una asimetría de desarrollo entre ambos brazos.

Por razones obvias, tal asimetría no ofrece ninguna ventaja para un cuadrúpedo, un pájaro o un mamífero acuático, ya que si uno de los brazos fuera más fuerte que el otro el animal acabaría moviéndose en circulo; pero en el humano, que ya no utilizaba las extremidades anteriores para su desplazamiento, estas podían desarrollarse independientemente, lo que origino las capacidades del
brazo derecho y el izquierdo.

Esta capacidad iba a ser vital en el repertorio de esos primeros homínidos, ya que la asimetría manual iba a verse acompañada por la asimetría del cerebro. Hace tres millones de años, la mitad izquierda del cerebro del pequeño Australopitecosligeramente mayor, y que controlaba la capacidad de manipulación y fabricación de instrumentos, ya difería sustancialmente de la mitad derecha.

Las manos eran ahora más precisas, capaces de realizar movimientos complejos.

Los ojos podían ver a distancia, y eso condujo a un incremento de la capacidad informacional del cerebro, que hace dos millones y medio de años se había duplicado en los homínidos. 

La utilización de las manos, junto a la capacidad mejorada de procesar información, los llevó a la siguiente fase evolutiva. Ese nuevo tipo se llama Homo habilis, y de ahí, con la tecnología, arrancó la civilización actual. 

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